Me ví reflejada en el fondo de sus ojos.

Los rayos de luz se deslizaban delicadamente por la ventana, adentrándose en mi habitación una mañana más, me incorporé pausadamente, recogí las sábanas con esmero y las dejé reposar sobre la cama. Suspiré al divisar mi aspecto quebradizo reflejado una mañana más en el espejo, de nuevo, la imagen imprecisa que revelaba no era la mía sino, un efímero reflejo. Hacía tiempo que las sonrisas en mi vida eran simplemente eso, reflejos. Separé uno de los mechones que yacían desmayados sobre mi espalda y me dispuse a emprender un nuevo día. La mañana transcurrió tranquila en comisaría así que decidí volver temprano a casa. Abrí la puerta en silencio y deposité el bolso sobre la mesa, después de esto me acomodé en el sofá. Cerré los ojos, queriendo perderme por momentos entre el silencio y la nada, me pasé la mano por el pelo, intentando borrar cualquier esquina de la cual pudiese brotar un pensamiento, pero inevitablemente, dirigí la vista hacia la parte alta de la estantería, donde yacía aquel pequeño baúl que atesoraba todos y cada uno de mis recuerdos. No quise hacerlo, pero con nostalgia me dirigí hacia él y nuevamente lo abrí. En ese mismo instante me percaté sobre la presencia de una tenue sombra acomodada a escasos milímetros de la puerta, no quería abrirla, no ahora. Acarició la puerta con suavidad, en aquel instante pude sentir la caricia clavada en mi sien, no me hizo falta ni un segundo más, supe quien era desde el primer momento. No requiero que nadie entienda como me sentí, ni si quiera yo misma puedo hacerlo. Aprecio rememorar estos últimos instantes, aún así yacen borrosos, abrí la puerta temerosamente y eché a correr, tomé aire antes de echar un último vistazo a lo que allí estaba sucediendo, recuerdo haberme perdido entre sus ojos negros un segundo antes de mirar de nuevo hacia delante, no recuerdo bien donde acabaron mis pasos, tampoco sé cuanto tiempo estuve tirada en el suelo, pero sé que las lágrimas se me acabaron, y que mi mente se saturó de tal manera que perdí el norte y la cordura una vez más. No se que hubiese sido de mí si Lucas no hubiese aparecido, nuevamente con la oscuridad latente en sus ojos y unas palabras ondeantes que en aquel instante no lograba descifrar en su mirada, me tomó la barbilla y articuló: " ¿Sabes? Yo siempre me he sentido solo, siempre, aunque haya tenido a tu padre, aunque haya tenido a Mariano, a tu madre... pero en el fondo siempre me he sentido solo, siempre. Hasta que empezaste a quererme. Entonces pensé que lo mejor para tí era que me dejaras de querer porque yo creía que no era bueno para tí. Hice todo lo posible para que te alejaras de mi. Todo...Pero no sirvió de nada Sara, no..no puedo dejar de quererte porque cuando estoy contigo me siento distinto, me siento bueno, me siento mejor persona... por eso no puedo dejar de quererte. No puedo aunque lo intente con todas mis ganas, no voy a ser capaz nunca. Sara aunque cayese una bomba atómica aquí y se lo llevase todo por delante pero a mi me pillase abrazado a ti y me daría igual Sara, me daría lo mismo.." Estaba cansada, débil y completamente perdida, recuerdo que le abracé con fuerza, poniendo en ello cuerpo y alma, le abracé como si fuese la última vez, entonces, sintiéndole anclado en mi piel, anudado a mí, observé de nuevo mi reflejo en un charco, esta vez era un vivo retrato de mí.